El miedo más absurdo y profundo de la humanidad


¿A qué le tememos los mortales? Quizás al estancamiento, al anonimato, al ocio, a la locura, a la libertad, a la soledad, al sin sentido, al trabajo, al amor, a la ceguera… estos son sólo algunos de los miedos que podemos sentir. Entre todos estos hay uno que nos hace producir monstruos desde la razón, el miedo al olvido y a la muerte.
Cada época con sus características se refleja en las creaciones culturales del hombre, en ellas podemos ver los temas que afligían y apasionaban a la humanidad de aquel entonces. Generalmente se trata de conflictos contra algo de escala monumental y amenaza vital. En la época Clásica encontramos al hombre contra la naturaleza, otros hombres, y contra dios. En la modernidad se enfrenta a la sociedad, a sí mismo, y a la caída de dios. En la posmodernidad los contrincantes son la tecnología, la realidad, y el autor. En todos estos conflictos resuena una acción, trascender. No creo que todos los hombres se percaten a cabalidad de esta pugna, pero sí creo que los artistas viven atravesados por esta constante crisis, teniendo conciencia de sus aptitudes y alcances dentro de ella. El arte tiene el poder de testimoniar nuestra esencia generacional.
El hombre debe morir, la mortalidad es el común denominador del individuo y la humanidad. Sin embargo, siempre va en busca de la vida eterna. Desde los orígenes nos hacemos la falsa promesa de la inmortalidad; materializándola en dioses, religión, amuletos, ciencia, tecnología, y unicornios.
Si, unicornios. Este mítico ser es un símbolo persistente y multitemporal que ha existido en la cultura humana desde sus orígenes. Las representaciones hechas por el hombre en distintos lugares y épocas lo han dotado de una densidad iconográfica rica, versátil y a la vez unívoca. Es la absurda promesa de la vida eterna.
Sus raíces están en la mitología griega, surgió a la par del universo y antes que el hombre. La creatura emanó directamente de las manos del Único, como la canalización armónica del claroscuro caótico que había en el inicio de todo. En principio fue espíritu, al llegar a la tierra se encarnó como Asallam; el primer unicornio, quien aparta de sí toda oscuridad y tiniebla. Lo primero que hizo fue penetrar una roca con su cuerno, de la cual surgió la fuente inagotable de la vida. La tierra que era fuego asfixiante y llanura infértil se inundó en vertientes de agua, dando origen a toda forma viviente. Asallam era el instrumento de amor de El Único, quien lo designó para ser el guardián del Jardín del Edén: Shagamin, lugar donde el unicornio prometió quedarse para no regresar a la morada de la luz hasta el fin de los tiempos. Luego vino el primer hombre, Asallam fue lo primero que contempló, a partir de ahí sus destinos se enlazaron en amistad, amor y búsqueda de la luz. El unicornio es el encargado de guiar a la humanidad hacia esta, brindando protección y consejo a través del tiempo y el espacio. Ellos no eran los únicos seres en la tierra; en el mundo subterráneo de tinieblas y fuegos se filtraron hilos plateados de agua y vida, dando origen a Yaldabaoth, el primer dragón. Corrompido de corazón por el ego y la adoración de su reflejo en las aguas del reino subterráneo se multiplicó en múltiples formas y tamaños, pero con la misma sangre fría y aguda inteligencia. Mientras crecía, también lo hacía su odio por el unicornio y el creador, a quién buscaba para destruir y así dominar la vida y la muerte. La Serpiente, ágil, astuta y delgada era el agente perfecto para la misión del Dragón; corromper los lazos entre el unicornio y los hombres. Hizo reptar sus palabras entre estos últimos; dulces habladurías dieron puntadas a sus corazones, dejando hilos de desconfianza y ambición. Las mujeres esquivaron la retórica de la serpiente, la intuición es el escudo y el catalejo. Los hombres se entramaban en desconfianza, su amigo el unicornio ya no les parecía gentil; más bien lo empezaron a ver como un egoísta que los limitaba y privaba de los exteriores del Jardín (supuestamente más fértiles y hermosos) para mantenerlos en la mansedumbre y opacidad. Asallam se percató de este quiebre, paulatinamente tomó distancia, no podía obligarlos a creer en la luz de su palabra. El más osado e impulsivo de los hombres alzó los brazos en obstinación, llevando en grupo a los demás a romper las cadenas del Jardín, las mujeres solo asintieron tristemente… así empezó la desgraciada condena de la humanidad. Enterado El Único de las decisiones y acciones del hombre, tornó oscura y desolada la atmósfera vital de la tierra, generando un vacío en el espíritu y mente de los hombres, perdieron gracia en sus cuerpos y movimientos, mientras los sentimientos se asemejaron al abismo. El hombre empezó una caída interminable hacia la desesperación, la adoración de la banalidad y el desdén entre hermanos; su vista y espíritu se nublaron, sólo tuvo visiones erradas, carentes de amor y coraje. El unicornio decidió deambular por la oscura tierra, acompañando desde el anonimato y silencio a su amigo. En nombre del amor original hacia la humanidad, continuó con su semblante de guía hacia la Luz Verdadera, pero a través de un velo turbio y brillo taciturno. El unicornio siempre tendrá una afinidad especial con el humano, sobre todo con las mujeres, pero con el paso de los años la relación ha perdido su tono, la codicia del hombre cercenó esta amistad, dando caza al unicornio para obtener su cuerno, la falsa promesa de la vida eterna.[1]
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Fue un instante en el que todo se desbarató. Un instante en que las mujeres podrían haberse alzado y los hombres calmado sus pasiones. Hoy vemos a través de la pintura cómo podría haber sido todo, o como puede ser ahora. El pasado ya fue, pero eso no significa que desde el presente no podamos hacer algo al respecto. El tiempo es un constante devenir.
La exposición Kairós del artista Poncio es un portal que muestra la épica del unicornio y de la figura del artista. Aquí vemos aliados, no victimas ni victimarios. Victor Manuel Ponce es habitante de la comuna de Conchalí desde hace 40 años. El arte ha estado en sus manos desde la infancia. La trayectoria del artista define su trabajo; utiliza técnicas y materiales de su propia invención aprendidos en distintos momentos y oficios de su vida, dando cuerpo a esta obra donde vemos íconos e historias prestadas y reinterpretadas. Poncio es su propia reinvención; la pintura y la escultura son sus técnicas de autoconstrucción como artista plástico autodidacta, canalizador y productor de imágenes.
Pasado
U origen, Arché[2]. Tragedia, bien y mal. La humanidad como un péndulo entre polos opuestos. El hombre pierde el rumbo si no hay una pugna que lo comprometa. La voluntad natural del hombre puede volcarse por el bien o el mal, es libre de decidir. A la vez el mismo es polar, la lucha puede estar fuera o dentro de sí, pelea contra sí mismo para mantenerse vivo. A veces nos ofusca y atemoriza el ego, se defiende contra todo. Lograr iluminarlo es el desafío, librarlo de codicia y culpa; la voluntad es un motor que funciona en base a responsabilidad.
Presente
Muy cerca y lejos de ser Kairós. Pocos son capaces de percibir y entender el presente, pocos son contemporáneos a su época. Existían el unicornio, los hombres y las mujeres, pero lamentablemente nunca entendieron nada… ellos se dejaron llevar por las mentiras y la ambición, ellas sólo callaron y asintieron. Asallam debía llevarlos a la luz, pero ellos y ellas no entendieron que eran camaradas. No bastaba sólo con mirar y comprender, había que actuar con precisión y coraje. Poncio pinta al unicornio como un viajero del tiempo y el espacio, pero no galopa solo, el avance no sería posible sin la mujer. Y ninguno completa al otro, cada uno es en sí mismo; pero sin compañerismo y trabajo, sin amor, no hay futuro ni gracia (más allá de los obsoletos y estáticos binarismos) … No hubo crecimiento porque no vieron bien, la luz estaba lejos. Inevitablemente siempre habrá un después sucediendo al ahora. La virtud del después depende de las acciones certeras del ahora, y si estas se nublan, el después será podredumbre y miseria sin arte.
Futuro
Siempre llega, como la muerte. Se caracteriza por su compromiso, nunca se ausenta. Pero depende en gran parte del presente, es este quien le da la dirección, velocidad y sentido. Tanto los ciegos e ilusos como los despiertos y valientes hacen el futuro, lamentablemente se puede crear desde la oscuridad. Las visiones se manifiestan a plena luz como también desde la penumbra. La voluntad y la acometida son las que construyen el futuro, pero estas manos son humanas, pueden edificar desde el bien o el mal. Los hombres son capaces de construir la guerra y los genocidios, como también la fraternidad y la comunidad.
Sin embargo, el futuro no depende del todo del presente, siempre hay una cuota de azar. Una pequeña posibilidad de sorpresa y asombro. A quienes no vemos venir son los del futuro, quienes no invitamos, pero llegan igual. También tienen voluntad, y también nos observan, cómo el primer hombre observó al primer unicornio.
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Sólo algunos viven el Kairós[3], los héroes y los verdaderos artistas (iluminados). Hoy mismo todos podemos ser héroes, pero hay que conocer las propias virtudes a cabalidad y actuar desde ellas aprovechando las circunstancias contingentes y mutables del ahora. No podemos manejar ni poseer la luz, ella es inalcanzable para nosotros, sólo la podemos canalizar y direccionar. Hoy en día la expresión de inmortalidad absoluta es la imagen binaria, virtual y digital, carece de un cuerpo que lo carcoma el tiempo. Podríamos pensar que el recuerdo y la mente bastan, pero son producto de la materia gris, materia mortal y perecible.
En relación con la vida eterna y nuestra naturaleza humana estamos en un conflicto. Vamos a morir mientras buscamos cómo trascender. Nuestro cuerpo está destinado a la podredumbre, pero nuestra imagen no. Podemos ver gracias a la articulación de nuestros ojos y la luz. Toda imagen debe ser iluminada (o tocada) para manifestarse, a la vez que alguien debe presenciarla para que sea vista. Hoy la vida eterna yace en las imágenes, pero sin luz estas no se revelan y sin espectador son inoperantes. Quizá en el futuro la imagen sea visible para seres de cuerpos no análogos, ellos podrán presenciar nuestra inalcanzable y absurda inmortalidad.


Fernanda Yévenez






[1] El relato pertenece al Libro de las Generaciones, texto hipotético reconstruido a partir de partes del Torá, Éxodo y en mayor parte del Génesis. Las secciones del relato que sobrevivieron se encuentran en Génesis 5: 1-32 y 11: 10-26, comprende un linaje ininterrumpido de Adán a Abraham.
[2] Concepto de la filosofía griega que se refiere al inicio u origen de todo.
[3] Concepto de la filosofía griega que se usa para designar un lapso indeterminado en que algo importante sucede, el significado literal es Momento adecuado u oportuno. Eurípides lo definía como “el mejor guía en cualquier actividad humana”. Es un concepto bastante amplio, pero siempre se asocia con la eficiencia en situaciones imprevisibles e inusuales, una condición indispensable para el éxito en una empresa.