Lejanías

Pues lo que importa no es la luz que encendemos día a día,
sino la que alguna vez apagamos
para guardar la memoria secreta de la luz.
Lo que importa no es la casa de todos los días
sino aquella oculta en un recodo de los sueños.
Lo que importa no es el carruaje
sino sus huellas descubiertas por azar en el barro.
Lo que importa no es la lluvia
sino sus recuerdos tras los ventanales del pleno invierno.


 La Lejanía se genera en relación a un elemento seleccionado, en relación a aquel, se puede estar más o menos distante. Más que la separación geográfica o el tiempo concreto que encarnan esta distancia, la lejanía es el sentimiento, el estado de quien guarda distancia con su elemento escogido. Cuando el elemento distante es constitutivo de la vida e historia de quien se encuentra lejos, el estado de lejanía se torna denso, significativo y determinante.

    Chile, país fuertemente centralizado, reiteradamente demanda al joven de provincia viajar a la región metropolitana. La capital se irgue como sinónimo de crecimiento, experiencias nuevas, excitación y apertura hacia el mundo. La capital exige hacerte lejano a tu origen, para crear en ella el presente y futuro. Viajar desde regiones a Santiago; a la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, es la lejanía que comparten Rodrigo Carmona, Macarena Caroca y Dayana Sepúlveda. Lejanías es la puesta en imagen del estado que comparten.

     Los artistas en su recuerdo y pintura han decidido observar el origen como el elemento que dará carácter a sus lejanías. El estado lejano sentido en el presente, puede ser bidireccional; estamos lejanos del pasado y el futuro. En esta ocasión, el pasado y lo vernáculo vienen al presente. El origen, lugar de donde provenimos; el primer contenedor, paradójicamente está dentro de nosotros. Este se materializa, desde nuestro cuerpo psíquico como una costra, 100% materia propia y experiencia.
    La costra es el ayer en el presente, actualizándose a cada segundo. Pero es muy distinta a su origen, la herida; y a pesar de no presentar el mismo aspecto y forma, sabemos que son lo mismo. La costra es una huella de la herida.

La fuga

    Se pierde nitidez al estar distante, los detalles y la trama se esconden de la vista. La muestra nos brinda dos tipos de visión, una atmosférica, y otra de prensa y homogeneidad.
    Punto de vista. Estar lejano y observar el pasado, determina automáticamente una visión que se proyecta; en la composición de la imagen, el artista ingresa como un testigo. El ojo del pintor está dentro del espacio representado -desde él se está observando- está presente como un límite físico de la composición. Las imágenes de su origen están siendo observadas desde la fuga; como en los ojos de un huésped a las entradas de su nuevo hospedaje. Pero es una fuga hacia y desde el pasado conservado en el interior. En las pinturas de Rodrigo, la casa y los paisajes del origen encierran un secreto -de ellos emergen, se filtran y fugan las luces interiores- recalcando la distancia. Es una mirada melancólica, permite sentir cómo el hogar se aleja en la deriva, a la vez se torna siniestro; lo familiar se distorsiona, se ve y no se reconoce. Para el artista, lo siniestro y grotesco son elementos propios del imaginario respecto a su origen -Linares, en la séptima región- donde los mitos y rumores calzan a la perfección con la luz y sombra entre el follaje, la naturaleza y animales, el hombre y sus construcciones. Límites y formas se desdibujan insinuantes. 

    En la obra de Macarena, el recuerdo y la distancia se fugan a partir de situaciones y personajes de dudosa existencia; en interiores y exteriores indeterminados, que tienen origen remoto en Coquimbo. Lo siniestro y escalofriante se ve acentuado por la presencia de figuras humanas (no personas), como bloques -cuerpos en un espacio, cuerpos sin nombre- que quizá en el índex, eran alguien en particular. El tratamiento de las imágenes acentúa el sentimiento de lejanía, hay una atmosfera entre quien ve y lo observado. Pero aquí, el tratamiento del color, pinceladas y encuadre se sienten como una fotografía. La fuga se proyecta a través del ojo de la cámara, como quien observa a lo paparazzi. Hay que estar inmóvil, paralizado, para así, no interrumpir la trama interna de la escena observada.

    Espacio homogéneo. En la obra de Dayana, la imagen se presenta como una “superficie omnipresente”; en ella conviven múltiples espacios, el hogar lejano y la residencia actual. Se disuelven las distancias físicas y la particularidad del sitio. Podemos encontrar la luminosidad característica de Copiapó y vistas de sus alrededores, junto a personajes y elementos de la capital. Presente y pasado se ensamblan y fusionan, logrando una visualidad nueva y homogénea, que, no obstante, alberga vacíos y borrones. Las múltiples imágenes del hogar ya deshabitado, junto a las emergentes y frescas del presente en la capital, conforman un registro heterogéneo. La tela opera como archivo, como museo de experiencias del habitar. Las imágenes plasmadas en conjunto sobre la superficie, devienen en unidad, en homogeneidad; una prensa. Sin embargo, la homogeneidad no es lisa y saturada, en ella hay lugar para el vacío y borrones, que armonizan junto al recuerdo y lugar nítido -como una partitura; los silencios (lo borroso) tienen la misa importancia semántica que las notas (lo nítido)-. La artista nos muestra estampillas de su historia reunidas en un mismo lugar, un pequeño museo de los sitios donde habitó y habita.

La perspectiva, el devenir, está presente en la obra de los tres artistas. En los puntos de vista (Macarena y Rodrigo) se manifiesta concretamente en la visualidad que compone el espacio; en el espacio homogéneo (Dayana), se expresa a través de la convivencia del pasado y presente. La costra, como el punto de fuga, devienen; es herida, es costra, y finalmente es piel nueva que convive homogéneamente con la piel anterior, son una sola. Costra, perspectiva y fuga son proyecciones de la realidad (como materia y espacio respectivamente) en el tiempo.  


Los tres artistas nos ofrecen un sentimiento de despojo y turbulencia, la melancolía y la pérdida, vistas con fascinación y un poco de nostalgia a la vez. Como costras, hay capas de esto y aquello, de hoy y ayer. Las heridas abiertas ya no están, pero dejan su rastro, su huella. Costras, como acumulación de experiencias, viajes y traslados. Cómo el placer morboso de sacar las costras, observar desde lejos, en silencio y en el anonimato, dejando entrever lo que había antes. Intentar conservar lo fugaz, una iniciativa romántica y melancólica, como crecer, y entender que la vida pasa; y el hogar, el origen, están cada día más lejos. Como perspectiva, lo anterior y posterior conviven, y resultan en fuga. Empezar a recorrer con entusiasmo por el porvenir, pero inevitablemente con melancolía, porque el hogar a cada segundo está más lejano y borroso, exponencialmente lejano, hasta llegar a ser casi un desconocido. Es uno el que se fuga, y que inevitablemente, está lejano. 

Fernanda Yévenez