El día a día puede entenderse cómo
un espacio múltiple, de realidades e intenciones variadas; en un
mismo espacio o situación, puede desenvolverse tanto lo intencionado
(deseado) como lo casual (renegado). El tiempo, los horarios, las
horas que son unidades diferenciadas, son sólo una invención para
orientarse y ordenar los espacios temporales. Creo a veces que este
asunto del tiempo y los horarios son un poco absurdos, después de
todo, la realidad y el espacio físico son un escenario que no se
rige por la pauta cronológica, siempre están, siempre son uno
mismo. Somos nosotros y los otros los que se turnan para entrar en
escena y continuar con esta escenificación del tiempo.
Actualmente en la sala de arte La
Palmilla Oriente, toma posición la obra ¿ q…qu…eso ?
de Vicuña (Juan Pablo Langlois); pionero de la instalación y figura
clave de la escultura en Chile. En esta ocasión la sala de arte (ex
almacén)1
se transforma en un vórtex de tiempo. El hábito urbano y
clandestino (ratones robando queso) al interior del almacén, es un
concepto que hoy se activa al interior de una sala de arte. La
instalación del artista es un tercer espacio que se manifiesta en La
Palmilla Oriente, invierte y tergiversa la relación que
acostumbramos con el entorno.
Los ratones son animales con universal
presencia, siempre nos acompañan; están en todos lados de manera
invisible y en ocasiones, transgresoramente visibles. A pesar de su
permanencia, son unos de los animales que menos se quieren ver, son
renegados. Como un verdadero estandarte de la subversión, estos
roedores perturban el comportamiento de todos los espectadores a su
alrededor, son bravos, inteligentes y cautelosos.
Convivir…
En el dúo antagónico, ratón - queso;
el primero es desdeñable, el segundo deseable. Todos deseamos el
queso.
Nuestra forma habitual y urbana de
abordar el espacio sitúa a los ratones en el margen. Sin embargo,
estamos conviviendo en un mismo lugar. La línea del horizonte
(referencia visual de orientación) que acostumbramos usar, en esta
obra desciende de su nivel habitual, desciende a nivel rata. Y en
búsqueda de qué? Del queso. Todos estamos ante la misma luz y un
mismo alimento, una sola ampolleta nos pone en igualdad de
condiciones ante un único elemento que es provocativo y necesario.
Lo concreto y cierto es que tenemos hambre; somos gente real ante
comida real. El hambre es completo y acabado, porque no se pretende
ni ensaya, es algo cotidiano e inmediato, una pasión (se padece).
Convivimos con los ratones en los
mismos espacios, pero a distintas horas y en distintas actividades
-ellos a ras del suelo, nosotros a altura antropocéntrica- ellos a
hurtadillas en la noche (o a nuestras espaldas), nosotros revestidos
por nuestra humanidad, ellos en actividades de ratas, nosotros en
actividades humanas. Pero estando todos juntos en esta situación,
con las manos/patas en la masa, es inevitable pensar en lo marginal u
oculto de cualquier acto ¿Qué buscamos y cuándo lo hacemos? ¿nos
escondemos en la penumbra o vamos a la búsqueda cual guarén de
acequia corriendo a plena luz del día? Es un hecho que habitualmente
estamos intentando ser políticamente correctos, estamos ensayando el
gesto.
Todos tienen hambre, todos quieren el
queso. Somos gente real con comida real. Y el papel de diario que da
cuerpo a estas ratas es más real que cualquier representación
mimética naturalista. Este material tan distintivo en la obra de
Vicuña/Langlois pone de manifiesto la fugacidad de la materia y la
persistencia del cotidiano. El artista ha denominado al periódico,
“un síntoma de la cultura del país”, se trata de un material
muy real, concreto, abundante y honesto. Es un residuo de
acontecimientos, de la contingencia. La obra nos muestra la
cotidianeidad en múltiples capas: la materia, la comida, el hambre,
el papel y la situación. Todo es verdadero y espontáneo; el papel y
la carne es tan universal como el ratón, como el humano y como el
hambre. Y todos aquí reunidos somos productos fugaces de la
circunstancia, somos contingencia como el papel de diario que se pega
contra el parabrisas.
Los característicos gestos simples y económicos del artista nos
remiten a una acción de vaciado (deconstrucción) y sinceridad;
llegamos hasta aquí por el queso, que pretendemos pueda saciar
nuestro hambre intelectual, o al menos que opere como una buena
excusa. Estamos apelando a nuestra libertad para actuar.
Gruyere, brie, camembert, mantecoso, chanco, etc...Son muchas las variedades, y una la elección; el queso no llegó solo hasta la sala, alguien tuvo que traerlo para provocar a los...comensales.
Nos vemos reunidos en una inauguración de arte en torno a unos
ratones marginales e indeseados, sin embargo, ellos son el personaje
clave. Siempre nos acompañan estando tras bambalinas, y ahora
irrumpen en una exposición. Irrumpen siendo de diario, el material
menos pretencioso. Irrumpen para que todos nos veamos las caras bajo
la misma luz y dejemos de renegarlos (renegarnos). Ellos no se van a
comer el queso. Hay que ver cómo alteran nuestro comportamiento.
Cada día es una obra distinta… ¿usted se roba el queso sin
tapujos, o a escondidas?
La vida real tiene almacenes y salas de arte, ratones y humanos,
cuerpo de papel de diario y cuerpo de carne. Al fin y al cabo, todos
pueden ser lo mismo, materia bajo una misma luz, condenados a padecer
bellamente la material mortalidad.
Fernanda Yévenez
1
Durante años, el espacio donde ahora está la sala de arte, fue un
almacén de abarrotes.