Etopeyas y prosopografías en el retrato

Cómo género en la pintura, o como forma misma dentro del arte y sus disciplinas, el retrato es de las más antiguas y numerosas representaciones. Podemos encontrarlo en forma de bustos, pinturas, monedas, estampillas y otros a lo largo de la historia. ¿Que hace a un retrato distinto de otro? Además de las características propias de cada uno, hay elementos externos, propios de su génesis que los determinan tajantemente. A través de la historia del arte occidental, podemos establecer dos líneas mayores; el retrato conmemorativo e ilustre de función pública e institucional, y el retrato conmemorativo, pero más afectivo, de función íntima y exploratoria. Un factor determinante y divisorio entre ambos tipos es el encargo y la función. Puede otorgarnos a un individuo institucionalizado reconocible por sus hitos y acciones, o a una persona visible en su interioridad; ambos persiguen un fin prístino, pero con distintos niveles de intimidad. 

En el retrato se juega con imaginarios; la captura de las formas físicas del individuo opera como plano contractivo y expansivo a la vez – contrae al mostrarnos al individuo dentro de sí, y expande al mostrarlo por su interacción y relaciones con el entorno, quien es el en su contexto-.

Retratar es una acción inherente al ser humano, la practica ha sido avistada desde la prehistoria. En el Antiguo Egipto, se practicaba el retrato de tipo escultórico -realizados con máscaras de yeso modeladas con los rasgos del difunto- guardan una relación táctil con el modelo original, no obstante, no se trata de obras realistas ni naturalistas; es un retrato más bien tipológico, donde lo nominal y característico se daba por el nombre y no por una caracterización física. Quienes figuraban en estas representaciones eran gobernantes, se trata de retratos mortuorios de función pública e institucional – buscan preservar y retener la imagen de ellos como gobernantes del imperio y no como individuo caracterizado. En el Imperio Nuevo, con la llegada de Amenofis IV y la reforma religiosa, se produce también un cambio de estilo; se producen retratos más realistas y naturalistas, de tipo fisonómico y con tonos psicológicos. Ejemplo de esta época es en conocido busto de Nefertiti(1). Hoy desde la era contemporánea poseemos en el imaginario colectivo todo un relato de múltiples alcances sobre la reina de la dinastía XVIII de Egipto – toda una vida casi palpable en nuestros días, sobre una mujer que vivió hace más de 3000 años atrás, todo gracias al poder de la imagen retratística- Nefertiti es casi una celebridad coetánea gracias a lo palpitante de su retrato, mito y fama. 



Dos modalidades de representación; una tipológica e indicial, y otra fisionómica y naturalista. El asunto de la mímesis desde la distancia y la proximidad respectivamente. 

El retrato literario es útil al pensar en la pintura - prosopografía y etopeya generan imágenes desde dos focos de caracterización diferentes. La primera corresponde a una descripción física de un individuo -en contraste con su opuesto, la etopeya; descripción psicológica y moral de un individuo-. 
Volviendo a la bidimensionalidad, nos encontramos con los retratos mortuorios romanos de la región de Fayum en Egipto. Estos son los más antiguos del género de la pintura. Conocidos como “Retratos de Fayum” (por encontrarse principalmente en este distrito), surgieron durante la ocupación romana en Egipto, alrededor del siglo I a. c. y el siglo I d. c. Consisten en tablas de madera pintadas a la encáustica o al temple, que se posicionaban sobre el rostro de las momias envueltas en tela. Presentan un encuadre en primer plano, con el rostro de frente, son muy naturalistas, dan cuenta fielmente de los rasgos del difunto. En comparación a los retratos egipcios mencionados anteriormente, estos son los primeros conocidos donde se retrata a personas particulares, gente que murió en Fayum, que no eran parte de la elite política, social ni religiosa. Muestran un contexto más íntimo, donde se desea memorar el rostro del ser difunto. Estas pinturas se salían del estilo y gusto imperante en la época, no responden a un encargo institucional.

El grado de acuciosidad mimética, el encargo y la función surgen como factores determinantes para la esencia de un retrato. La exposición “Retratos” montada en la sala de arte La Palmilla Oriente, da cuenta de lo ecléctico y anacrónico que pude resultar el retrato contemporáneo fuera del encargo. Esteban Domaica y Santiago Perdiguero son los artistas que exponen; ambos pintores ya de largo recorrido en las artes, presentan hoy retratos, que responden directamente a sus gustos, deseos, fijaciones e investigaciones desarrolladas al interior del taller.

Por parte de Santiago, puede apreciarse un pincel que plasma otra época -manipulado por una mano melancólica que pinta de manera más académica- deja ver los afectos comprometidos con lo que el tiempo se llevó del presente, pero que persiste en la memoria y añoranzas. Hay mucha introspección, una etopeya que funciona más allá del cuerpo, es igual de intima en el retrato del padre, en las manos delatadoras del pasar del tiempo, y en la vista socavadora y envolvente de la mirada sumida en el mar. En la obra de Esteban el soporte y lo técnico, han sido ajustados para resolver nuevos problemas. Estos retratos que muestran el gusto por el feísmo, junto a un guiño a los retratos de Lucian Freud y Francis Bacon; son realizados sobre soportes reciclados -cartones y maderas, restos de anuncios publicitarios- que no esconden su vida anterior en su actual reconfiguración. Estos seres de la podredumbre y la descomposición corporal toman cuerpo a través del empaste insolente de los tonos artificiosos de pintura. Ellos no existen realmente, pero su referente mimético está en imaginario cadavérico y la humanización: son muertos vivientes que se humanizan a través del encuadre en primer plano – como un carnet de identidad- y a través de la gestualidad ¿Quién está ahí? A través del gesto y movimiento somos libres de elegir ver tanto un hombre o como una mujer, o personas de edad madura, o quizás viejos. Son visitantes de la imaginación que se manifiestan de manera prosopográfica. El primer plano y el plano medio nos obligan a seleccionarlos con la mirada, como lo hace el marco y el detalle en los retratos introspectivos y afectivos de Santiago Perdiguero.

La capacidad nominativa del retrato es muy versátil, puede expandirse hacia el exterior, la historia y contexto del individuo, o a sumergirnos en su interioridad. Y el cuerpo, el cuerpo es un contenedor que puede ser la base para presentarnos a alguien, o ser totalmente prescindible para que el individuo se manifieste a través del retrato, que lo singulariza y selecciona en la ventanilla del encuadre.


Fernanda Yévenez


(1) Nefero Atón Nefertiti (c. 1370 a. C.-c. 1330 a. C.) fue reina de la dinastía XVIII de Egipto, la segunda Gran Esposa Real de Ajenatón (akenatón). El busto es considerado una de las obras maestras del arte egipcio, elaborado por el Escultor Real Tutmose o Dyehutymose (1330 a. C.), artesano y maestro esculor durante el reino de Akenatón, en la época de Imperio Nuevo de Egipto, Durante la Dinastia XVIII de Egipto. Actualmente se exhibe en el Neuhes Museus, Berlín, Alemania.