Señoras

  En las artes visuales existen disciplinas que en gran medida han tenido por tarea e interés generar hitos. En este sentido podría considerarse a la escultura y a la pintura como las más idóneas para este cometido. Así como en la primera disciplina mencionada existe el monumento, en la pintura está el retrato. El monumento y el retrato comparten una misma gramática, es decir, una manera de escribir un lenguaje que posee códigos y símbolos, los cuales se hace deseable que los futuros espectadores sean capaces de leer e identificar, para así construir el sentido que se le ha dado a ese hito. En este respecto, se hace necesario que entendamos el hito como un acontecimiento puntual y significativo, que marca un momento importante en el desarrollo de un proceso. Los hitos construyen lugares. A veces, un lugar físico, que uno podría ubicar fácilmente en el espacio y otras, un lugar metafísico o inmaterial, un lugar en el tiempo, en la memoria, en la historia. En este último participa el retrato, que posee, casi siempre, una función conmemorativa por lo que permite inscribir en la historia discursos, ideas e intenciones, participando así en la construcción de una memoria histórica. Son los hitos los que permiten a los sujetos establecer relaciones entre el pasado y el presente, incidiendo así en el modo en que los mismos recuerdan o se relacionan con las cosas y sus sentidos.

En una rápida aproximación a la idea del retrato, pues su data es larga en cuanto a su existencia en el tiempo, se puede sentar que ha pertenecido a un grupo social claramente identificable a lo largo de la historia y sin discutir aún el sentido final de éste, y los elementos que orquestan la composición del retrato, no podemos negar que por tiempo ha sido utilizado por la nobleza política y social y por lo tanto, relato oficial, de determinados pueblos. 

Como ejemplo de lo anterior, podemos citar a Jan Van Eyck, pintor holandés del XV que retrató parte de la nobleza y burguesía de su época, es decir, aquellos que poseían la posibilidad económica de inmortalizar su posición y su existencia en un lienzo de pintura. Otro ejemplo de pintores cortesanos es el caso de Diego Velásquez cuyo motivo del grueso de su obra en retratos son infantes, príncipes y reyes. Evidencias de que el retrato ha formado parte de la oficialidad en la historia de la pintura.

Siempre es difícil precisar de qué hablamos al mencionar la memoria o la historia, porque son muchas las acepciones para ambos términos. Cabe mencionar que la memoria y la historia son dos conceptos que parecieran avanzar a la par, sin embargo, no todo lo que acontece en la memoria tiene cabida en la historia. Sin tener la intención de hacer una taxonomía de la memoria, diremos que existen varios tipos de ellas que van desde la oficial a la no contada (sea porque no es permitida o porque no ha sido encontrada), desde lo colectivo a lo individual o desde la academia a los barrios, entre otras. Sea cual sea su configuación, no podemos negar la multidimensionalidad que la memoria tiene y que se asocia indisolublemente a la forma en que recordamos y queremos o somos recordados. 

El trabajo de Emilia en esta exposición se instala dentro de lo que se llamaría “memoria social”. La memoria de una misma, de nuestros familiares, vecinos, la memoria de las señoras que habitan el barrio La Palmilla, son memorias propias de una clase (y en este caso, un género) que históricamente ha sido marginada e invisibilizada. 

Tras varias visitas al barrio de la Palmilla, Yeco accedió a las casas de algunas vecinas. Entre conversaciones y tazas de té, conoció a cerca de sus vidas y sus propias historias. Entre esas visitas y haciendo una mirada a la forma del retrato de pintores como los mencionados anteriormete, les propuso que eligieran objetos que resultaran significativos para ser retratadas con ellos, entendiendo que aunque la memoria sea una fracción inmaterial del ser, debe asociarse a una parte material que le de una existencia en el mundo de los objetos con el fin de poder verter o depositar, los significados o sentidos que las memorias tienen para nosotros.

Como ya se mencionó anteriormente, en el retrato siempre ha tenido cabida la realeza, los próceres de la patria o cualquiera con el capital monetario suficiente para costear una pintura de grandes dimensiones. Los mismos sujetos que han tenido cabida en la memoria e historia oficial. 

Esta vez, Emilia inmortaliza a algunas integrantes del centro de madres del barrio, esperando así que ese gesto construya un lugar en el que tengan cabida todas aquellas que hasta ahora han sido invisibilizadas. Aquellas que pasaron la vida parando la olla y cuidando de otros. A las que les tocó solas sacar adelante a la familia. Las que lo hicieron acompañadas. A todas ellas que a pesar del ajetreo doméstico se hacen un tiempo para convivir y compartir con la de al lado, porque saben que es desde y en la comunión, que se logran las cosas. 

Estas Señoras que, tal como la historia de la palabra nos lo indica, se han adueñado de sus espacios, de sus objetos, mismos que han sido escogidos por ellas para posar junto a ellas, para acompañar a la Señora en su retrato como una especie de contexto en el que nos sugiere quiénes son, cómo han vivido y que se enseñorean de su entorno domestico. 

Tal vez no se pueda precisar con qué grado de conciencia, las Señoras han elegido estos objetos donde reposan su presencia pero se hace interesante al menos, preguntar en qué medida hay objeto en el sujeto, qué tan conciente es la expresión de la propia conciencia, de la presencia, de la próxima ausencia por qué escoger esos y no otros elementos materiales para aparecer junto a ellas en estos retratos. Sean cuales sean las respuestas hemos de comprender que son conformaciones de sí mismas, que son significatvas, y tal como en la antiguedad los reyes y los príncipes posaban junto a elementos cargados de intecionalidades políticas y de poder sociales, estos ojetos se encuentran llenos de intencionalidades abiertas para descubrir.

Hay cosas que parecieran invisibles, muchas de estas están emparentadas con lo doméstico, incluso algunas con lo femenino. El único modo de evidenciar lo aparentemente invisible es desde la insistencia. Hoy es Emilia dándole cabida a las Señoras. Probablemente alguna lo hizo antes y mañana lo vuelva a hacer alguien más, hasta que llegue un punto en que la visibilización deje de ser inminente para todas aquellas que desde sus pequeños espacios, posan y se adueñan como lo que son. Señoras.